Su claustro es el miedo a decidirse. Como mil bocas devorándola giran sus pétalos y la cubren pudorosamente. La canción llega a ella como una abeja, sin temor, destinada a penetrar antes que la luz en su retiro donde el perfume es pura religiosidad.
La guitarra me buscó el corazón así, me pedía unas palabras para dejar que su alma misteriosamente femenina, escapara de la boca del cantor.
Eduardo Falú estaba en su día: tocaba como un dios. Los amigos nos dejaron solos, en un sótano de la gran ciudad. Ya lo habíamos conversado todo. Venía amaneciendo afuera. Los mozos baldeaban de espuma aquel lugar al que nos invitó Fermín Álvarez ayer.
Dolor de la madrugada; recuerdos como coágulos o sombríos mendigos que vienen a pedirnos vivir. ¡Haber amado tanto, para nada! Un desaliento como un puente sobre los hombros.
"Siento que se va la vida...", porque un día así, al amanecer, es cuando la conciencia de nuestra fugacidad se nos presenta nítida. Con el corazón apretado sangré las palabras y la guitarra hizo un gran silencio, luego se las tragó como lo viene haciendo desde siglos.
Pero de aquel anticipo de mausoleo, donde nos sacaron toda la plata que llevábamos puesta encima, salimos con la canción en la boca, con su vaho de profunda ternura fumándonos la niebla de la mañana, cantando, resucitados, contentos de nuestro difícil parto y nuestra voz alegre se mezcló con la de la muchedumbre, los automóviles, el grito de los diareros, el humo gris de la ciudad".
Jaime Dávalos
Y así había nacido "Rosa de los vientos", preciosa zamba de la que he decidido dejarles la versión que grabaran de ella Los de Salta en su disco "Rodando cantos rodados" que grabaron junto a Jaime Dávalos y que para mí es uno de los mejores discos de toda la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario