Al día siguiente y ya junto al Cuchi, Manuel fue en búsqueda de la joven por la segunda oportunidad, pero la creatividad de la Eulogia volvió a abatirlo en canto.
Debido a esta gran admiración, respeto e inspiración que la muchacha pomeña les generó es que le dedicaron una zamba, que inmortaliza a la coplera a través de de su letra y que guarda su rostro en el espíritu en la canción.
Esta zamba es capaz de extraer del paisaje la existencia de ese ser único y particular, que al día de hoy continúa viviendo de manera humilde en un pueblito de Salta.
“La Pomeña” ha recorrido a través de la creación de dos grandes de la música y la poesía todo el mundo y hoy se ha transformado en algo que dicen los cantantes, comentan los amantes de la música, y destacan los conocedores del folklore.
Para muchos es LA POMEÑA la obra maestra de todas las surgidas de la colaboración de Gustavo Leguizamón con Manuel José Castilla y, a su vez, una de las mejores zambas que jamás se haya compuesto. Un ser anónimo, la bella muchacha pomeña Eulogia Tapia, es inmortalizada en este bello tema, lleno de sensualidad e imaginación. Y, como no podía ser menos tratándose del Cuchi, la acción se desarrolla dentro del Carnaval salteño. Lo que da ocasión al poeta Castilla para usar unas imágenes muy hermosas, llenas de contrastes y juegos de palabras, sobre todo en la tercera estrofa que demuestra un dominio de la lengua castellana, que podría valerle también al salteño el mismo apodo de "señor de las palabras" que un académico español daba al escritor, recientemente fallecido, Torrente Ballester.
Para gozar de esta zamba, les recomiendo entre las numerosas versiones, tres a cual mejor: la ya clásica de Los Fronterizos de 1968, la del Dúo Salteño -grupo vocal con el que colaboró el maestro Leguizamón- de 1982 y ésta, acompañada tan sólo al piano y que borda en su interpretación, la siempre majestuosa SUNA ROCHA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario