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sábado, 31 de diciembre de 2016

PROYECTO SANLUCA - DEBAJO DE LA MORERA

DEBAJO DE LA MORERA es una zamba que Virgilio Carmona escribió en Tucumán a fines de la década de 1930, para el árbol que estaba frente a su casa de la calle Marco Avellaneda.

Las sucesivas interpretaciones de Los Chalchaleros, Los Cantores de Quilla Huasi y el Chango Nieto, entre otros, le han dado condición de una de las zambas “clásicas”.

Sin embargo en esta versión, la del PROYECTO SANLUCA, junto a Rodolfo Sánchez en percusión y Franco Luciani en armónica, registrada en vivo, en 2008, RAUL CARNOTA, aborda la zamba fundamentalmente con voz y guitarra y ya esa era una manera concreta de establecer un diálogo con el pasado, con la figura emblemática para el imaginario criollo del cantor y su guitarra. En este sentido reaviva la lección yupanquiana: guitarra y voz no compiten, se complementan en la simplicidad, aun cuando hay mucho color armónico en la guitarra, un particular espesor expresivo en la voz; y al diálogo se suman sucesivamente, con la discreción del caso, bombo y armónica. También escucha Carnota, más acá en el tiempo, ciertas maneras de Chango Farías Gómez, que por entonces todavía no había terminado de formar MPA.

Pero hay más cosas que definen a esta versión de Debajo de la morera y en ella a una manera de entender la música de la tradición criolla. Su morosidad, por ejemplo; la lentitud sostenida que entre otras cosas permite al cantor masticar bien cada palabra antes de decirla.

La zamba viaja marcada en tres tiempos por compás, entonces la marcha se carga de cierta pesadumbre, que en la manera de Carnota de reflejar el transcurrir de las cosas resulta encantadora. La tardanza de lo que está por venir tiene un swing –perdón, pero no encuentro otra palabra mejor–, que impide que nada se empantane: la gracia está en que no siempre los tiempos fuertes son los más fuertes. Incluso cuando a partir de la segunda estrofa entra el bombo, RODOLFO SANCHEZ.

Cuando cierra la primera aparece la soberbia armónica de FRANCO LUCIANI, que además de abrir el paisaje resulta un delicadísimo contrapunto a la precisa destemplanza de la voz.

La manera en que la voz de Carnota se recuesta sobre las palabras es distinta, tiene otro peso, otra respiración y escapa a las posturas tradicionales de prolijidad entendida como belleza. Sin excederse, el cantor juega sobre la expresividad y versos como “Evoco tu tronco añoso y tu imagen redentora… y a los humildes de antaño, mateando bajo la mora”, quedan como una marca cincelada por un decir que, es posible pensar, es con el que alguna vez cantaron los criollos.





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