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lunes, 26 de diciembre de 2016

MERCEDES SOSA - LA VILLERITA

MERCEDES SOSA interpreta LA VILLERITA, chamamé que narra la historia de una de tantas niñas jóvenes que puebla una de las villas del conurbano, ya madre, y que para poder criar a su hija y alimentar sueños de una vida mejor se entrega a la acción de un rufián, explotador, cafisho que cada noche la vende por unos pocos pesos, de los que el cantor denomina “buitres de barro”. 

Es una manera de poner en evidencia la trata de personas, un delito de esclavitud que goza de muy buena salud avanzado el siglo 21 y que se ve reflejado día a día en los medios de comunicación. Algunos, como los de Marita Verón o la entrerriana Fernanda se hacen causa nacional, pero otros llenan las crónicas policiales sin rostro. 

Unas pocas logran ser rescatadas de esa servidumbre por la acción valiente de algunos jueces, otras, en cambio, son víctimas de por vida, resignadas a una suerte similar o peor que la de las esclavas de siglos atrás. 

En medio de este panorama desolador, al que se suma cotidianamente la violencia de género, algunas organizaciones no gubernamentales como se debaten día a día tratando de esclarecer a la ciudadanía y movilizar a las autoridades en contra de los “840”, esos “buitres de barro” de los que habla Guarany y que personifica con el número del edicto policial que penaba esa actividad. “Vuela, que no te alcancen buitres de barro, esos que solamente tiran el carro... 840... hay que borrarlos”. 

“Hay que borrarlos” pide el autor y ese es el trabajo de todos los que luchan contra “la trata” y del que tiene que hacerse eco la sociedad. Y por asimilación, esos “840” existen en muchos otros aspectos que llenan de lacras, sobre todo a la juventud. 

Hay 840 que se hacen la América con las drogas. Hoy parecen haber ganado la batalla, porque las drogas están por todas partes, cada vez más y cada vez más variadas. La represión ha fracasado y, si se secuestran cada vez más, es porque cada vez el tráfico es mayor, no es porque se haya incrementado el celo de las fuerzas del orden. 

Esos que venden drogas en los pasillos de los barrios, en cada rincón de las villas, en las confiterías nocturnas, en las salas de diversión, a la salida de las escuelas y en los lugares menos pensados son lo mismo que los proxenetas protagonistas de La Villerita y cargan sobre sus hombros la degradación del ser humano, sobre todo de los más jóvenes, que echan a perder su vida con cantos de sirenas y con una esclavitud muy parecida a la trata de personas y que muchas veces deriva en batallas de muerte. 

Aspiramos a que esos “buitres de barro” que venden drogas se queden sin mercado por acción del convencimiento, de una educación que sea firme y constante desde los últimos grados de la escuela primaria y desde la familia. 

Hoy los “840” de Guarany, esos a los que hay que borrarlos, se han extendido a muchos otros campos con efectos tanto o más nefastos que los primeros, como que en muchos casos va la vida. Está visto que es necesaria la reacción de la sociedad que parece anestesiada y que esto debe extenderse a las autoridades responsables, donde la corrupción provoca la acción de otros 840. Hoy parecen ser más importantes las obras materiales, las paredes, esas para las que hay que cortar cintas y salir sonrientes en las fotos.



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