Se habla también de que, tal como los individuos, cada pueblo posee esta composición particular de alma y cuerpo que constituyen su personalidad como nación.
Al respecto, en el marco de las reflexiones que suscita el camino al bicentenario de nuestra independencia, me ha llamado la atención la cada vez más frecuente asociación del alma de nuestro pueblo a nuestro origen guaraní, en detrimento de nuestro otro 50% histórico–existencial proveniente de España. Así, resulta que nuestra alma es guaraní, nuestra garra es guaraní, nuestro aguante es guaraní... pero nuestros defectos son todos de origen europeo.
Aunque se admite que el paraguayo es mestizo y su historia está totalmente ligada al mestizaje hispano–guaraní que se produjo desde la colonia, parecería que en un afán de reivindicación de los en realidad explotados y marginados aborígenes, resulta que ahora es casi una grosería en el ámbito cultural o educativo tratar de rescatar algo positivo de la herencia europea o criticar algo de la guaraní en lo que hace a nuestro ser nacional.
Simplificando, lo políticamente correcto hoy es alabar y supervalorar todos los detalles –muchos de ellos en verdad estupendos– del legado cultural y hasta genético de los "morenos, naturales y pacíficos guaraníes", y despotricar, machacar o, peor aún, ignorar y suprimir todo lo que en nosotros tenemos de herencia específicamente de los "blancos, malintencionados y violentos españoles".
Se percibe entre muchos intelectuales de esta corriente de pensamiento una suerte de cruzada anticolonial, entendible –aunque no justificable– al recordar, por ejemplo, los prejuicios raciales contra "la sangre guaraní" del "civilizador Sarmiento" tan extendido en textos y costumbres de nuestra gente que aún hoy llama "guarango" a todo lo bajo y perjudicial de nuestra forma de ser, o también ante los residuos de esa intolerancia que se vivió hasta hace no poco tiempo contra nuestra bella lengua nativa. Sin embargo, este discurso, al parecer tan idealista, no se conmueve de la realidad. Constituye más bien una prédica ideologizada que pone en riesgo la confiabilidad y el sentido constructivo que debe acompañar los estudios y análisis históricos y académicos. Es una postura reaccionaria y reduccionista de la que se nutren oportunistas, sobre todo en la política, para tergiversar el valor de muchas instituciones y procesos que hacen a nuestra rica herencia cultural, tales como la contribución de la fe cristiana en la conformación de nuestro ser nacional... No es nueva la idea de asociar la pureza y la bondad a un supuesto e inexistente estado social primitivo natural e inmaculado al que la sociedad y la civilización corrompen. Recordemos a Rousseau y su idea de naturalismo. Pero es bueno recordar lo que una y otra vez la historia antigua y reciente del mundo nos hace presente: no se puede pretender construir una sociedad negando o demeritando arbitrariamente los elementos constitutivos de su historia, pasando por encima de los hechos para hacer prevalecer una visión parcial de ella –por muy noble que parezca la intención al hacerlo– sin caer, tarde o temprano, en la intolerancia, la mentira y la violencia, signos todos de decadencia moral y retroceso cultural. Y esto no hace para nada bien a nuestra alma. Cuidado.
(Carolina Cuenc)
El poeta Osvaldo Sosa Cordero nos regaló una letra magnífica que musicalizaría en ritmo de guarania Damasio Esquivel y que lleva como título ALMA GUARANÍ. Esta canción atrae la nostalgia del pueblo nativo de estas tierras, queriendo reconocer que la parte india significa el también desear abrirse a otras culturas. RAMONA GALARZA, "La Novia del Parana", una de las grandes voces del folklore argentino, nos interpreta aquí, como ella solo sabe hacerlo este emblematico tema.
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