Atahualpa Yupanqui considera la guitarra un objeto sensible, indisociable del árbol que le dio nacimiento. Esa madera, antes de ser ahuecada y templada, perteneció a un monte y se impregnó de su entorno. En un tiempo, antes de ser guitarra, antes de que la madera fuera ahuecada, la guitarra fue simplemente un trozo de un árbol. Integró el cuerpo de un árbol determinado, un abeto azul, un jacarandá. Y ese árbol no era solitario, no estaba solo en una colina, sino que formaba parte de una pequeña selva, de eso que llamamos monte. Y ahí ese árbol era vecino de otros de todo tipo y especie, de hojas caducas perennes, de madera dura o madera blanda, de madera que absorbe la humedad o de madera que la conserva. Ahí vivía la guitarra antes de ser guitarra. Y ese pedazo de madera integrante de la selva tiene que haber recibido un gorjeo de algún ave al atardecer, o al amanecer, o al mediodía. De toda clase de pájaros a toda hora del día. Toda la selva recibió el cántico de pájaros a lo largo de los años, de pájaros que han cantado con frío en invierno, con sol, con siestas, con sustos, con coraje y en primavera con amor, con polluelos, con hijos o sin hijos. El cántico del ave ha sido siempre el elemento. Y a la madera sensible se le ha penetrado ese cántico. Alguna vez la hacharon, alguna vez se cayó y la usaron, la ahuecaron, la pusieron a templar como tabla y alguna vez la formaron. Pero es una madera llena de infinitas vibraciones y de qué vibraciones: miles de horas de canto de pájaros. Y así se formó la guitarra.
Entre anécdotas y vivencias, las canciones se hacen un lugar y así esta milonga relata los interrogantes del hombre sobre los contradictorios cambios que se producen en la vida, cambios que crean dudas, que quitan el sueño y dónde encontrar mejor solución que en la meditación con el fondo musical de la guitarra, consejera y amiga.
Aun de cualquiera de las maneras en la que puede emanar el sonido de una guitarra, dulce, si es criolla o un poco más metálica, si se trata de una española, se puede conversar con ella, se le puede hacer preguntas y la viola, irremediablemente, responde y sino que se lo digan a Atahualpa Yupanqui y a su esposa Paula Nenette Pepín (Pablo del Cerro) que compusieron esta bellísima milonga, GUITARRA, DÍMELO TÚ, que hemos rescatado de una actuación que realizara MERCEDES SOSA en Suiza en 1980.
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