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lunes, 12 de diciembre de 2016

187.- RAMONA GALARZA - PUENTE PEXOA

RAMONA GALARZA nació en Corrientes, capital de la provincia del mismo nombre. 

Sus comienzos como cantante profesional corresponden a 1958, cuando contaba con 18 años, al participar en la película Alto Paraná, dirigida por Catrano Catrani y protagonizada por Ubaldo Martínez, donde ella canta un chamamé. Su primera actuación la realizó en 1960 en Radio Splendid de Buenos Aires, grabando también para el sello Odeón sus primeros simples, como "Galopera" y "La vestido celeste" que se convirtieron en éxitos inmediatos. Ramona Galarza fue una de las estrellas destacadas de lo que ha dado en llamarse el "boom del folklore", en un momento de grandes transformaciones sociales y migraciones del campo a la ciudad y del interior a la capital. 

Desde ese momento "La novia del Paraná" se convertiría en la cantante emblemática por excelencia de la música litoraleña y en las siguientes dos décadas grabaría más de 20 álbumes (Litoraleña, Noches correntinas, Alma guaraní, Al Paraguay con amor, Pescador y guitarrero, etc.) y participaría en otras 8 películas (Ya tiene comisario el pueblo, Argentinísima, El canto cuenta su historia, Mire que es lindo mi país, etc.). 

Aquí la vemos interpretando "PUENTE PEXOA", rasguido doble compuesto en 1953 por Mario del Tránsito Cocomarola sobre textos de Armando Nelli, aunque ambos participaron conjuntamente en la elaboración definitiva de la obra. Está reconocida como una de las canciones más populares del folclore del litoral argentino, particularmente de la provincia de Corrientes. 

Su fama ha trascendido las fronteras de la comarca empujado por una historia de amor, con cadencia de rasguido doble, que es una prodigiosa postal musical. “Te acordás, mi chinita... del Puente Pexoa donde te besé...”, arranca Puente Pexoa, el tema cuya letra es autoría de Armando Nelli (un prolífico compositor escasamente homenajeado) y música del inconmensurable Mario del Tránsito Cocomarola. Como pocas, esta partitura que integra el cancionero tradicional del chamamé y del folclóre nacional, es la tarjeta de presentación de Corrientes y de su música. 

Melodía envolvente y un estribillo pegadizo que declara la añoranza de “querer volver...”, Puente Pexoa es un clásico, que todos saben. Y todos cantan. Según cuenta la leyenda, el esquinense Armando Nelli escribió la letra en pleno noviazgo con la que luego sería su mujer. 

Ese bucólico paraje recostado sobre el Riachuelo que fluye cansino hacia el sudoeste para transformarse en el Paraná bravío, es por estos días uno de los escenarios de la Fiesta Nacional del Chamamé. Quizás, el epicentro de la parte más desenfadada de la celebración chamamecera. Y por ausencia de tanto protocolo, el costado más genuino -sin tanto maquillaje ni producción- de la manifestación artística y su relación con el público. 

En un ámbito colorido y oxigenante de naturaleza, la bailanta del Puente Pexoa se ha convertido en un atractivo de la Fiesta. Conjuga paisaje e historia. Ese espacio donde los duendes chamameceros hicieron su solar conserva la fisonomía de la Corrientes de antaño: el puente, es un símbolo. 

 En el siglo XIX y buena parte del siglo XX, la utilidad del puente fue significativa porque era el camino obligado para unir Empedrado con la Capital, antes de que se construyera la Ruta Nacional N° 12. El puente estaba antiguamente encadenado con tensores de hierro a la costa. Su armazón, también de hierro y de 75 metros de largo, tenía arcos que lo cruzaban a lo ancho, luego fueron quitados por su escasa altura ya que los colectivos y camiones se fabricaron más altos y por el peso total de su construcción, la que fue convenientemente apuntalada con pilotes. 

Los pilotes, al igual que los durmientes, eran de madera de quebracho colorado, lo que le dio una característica a la estrucutura. Algunas versiones indican que el puente que cruzaba el Riachuelo, antiguamente llamado Río de la Palmas, estaba formado en realidad por tres tramos de puente. El más extenso de 40 metros de largo y 7 metros de ancho, construido totalmente en madera y con barandas. El paraje y por tanto el puente debe su nombre al general Nicolás Pexoa y Figueroa, que fue teniente de gobernador de Corrientes entre 1691 y 1693. Esos campos le pertenecían. El relato histórico cuenta que el gobernante se destacó por enfrentar a los aborígenes de la zona y -dicen- logró terminar con los malones. Como tributo a esa tarea, su sucesor como teniente de Gobernador, el capitán Pedro Marín Flores, le donó dichas tierras, más bien bajas por su cercanía al río, pero muy pintoresca y de abundante vegetación de ceibos, palo blanco y jacarandá. 

Más cerca en el tiempo se levantaría la infraestructura para facilitar la conexión vial con las localidades del Sur. Pero no fue hasta la década del 50, cuando comenzó a sonar el rasguido doble de Nelli y Cocomarola, que ese escenario tan poético como real edificaría su fama. Es que “en el Puente Pexoa, querida del alma, no existe el dolor...”. Por eso, el mejor lugar para la bailanta.


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