Rescatada de un programa de la televisión suiza en 1980 esta impresionante interpretación por parte de MERCEDES SOSA de la zamba, "PIEDRA Y CAMINO", otro tema salido de la fecunda inspiración de Atahualpa Yupanqui, quien ya en los principios de su carrera había descrito el caminito del indio como un "sendero colla, sembrao de piedras".
Si el nacimiento e infancia de este payador perseguido transcurre en la provincia de Buenos Aires, a partir de los 18 años iniciará un peregrinaje casi constante, que lo llevará por los más diversos lugares: el Uruguay, Entre Ríos, Santa fe, Rosario, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, La Puna y La Rioja. A pie o a caballo, Yupanqui sabe que la vida es un camino que tenemos que recorrer. A veces está lleno de obstáculos, como esas piedras o guijarros, que obstaculizan el paso al caminante o al jinete.
En esta bella zamba se anticipa el tema que el propio autor desarrollará en su conocida zamba "Tu que puedes, vuélvete": "¡Qué cosa triste es ser río!/¡Quién pudiera ser laguna". Porque el río que pasa siempre de largo por todos los lugares se parece a este Yupanqui viajero: "llego cantando/ y sin que nadie los sepa, viday/ me voy llorando".
Yupanqui era muy crítico con los que versionaban sus temas, pero sentía una especial predilección por la Negra Tucumana, Mercedes Sosa, de la que dijo en alguna ocasión estando en su exilio parisino, que ella era un poco el símbolo de la nación argentina. Y esta versión corresponde a un recital suyo de 1980, en la coudad suiza de Lugano. Como en tantas ocasiones, le acompaña a la guitarra el maestro riojano Nicolás "Colacho" Brizuela.
Comentó en cierta ocasión el cantante, guitarrista y compositor argentino, José Ceña que hay algo en esta zamba, tanto en la melodía como en la letra, que resume lo que fue la misión en esta vida de su autor, como cuando en el estribillo repite
“Es mi destino,
piedra y camino,
de un sueño lejano y bello, viday;
soy peregrino”.
En esta copla de cuatro versos define y sintetiza con mucha sencillez pero gran profundidad lo que iba a ser su vida, dedicada a llevar a todas partes del mundo el canto de su patria, de sus paisanos, de ese mundo que a él lo deslumbró desde pequeño. El hombre que se transformó en poeta universal, resumiendo su vida en cuatro versos sobre lo que para él significa la soledad, el silencio y la piedra, en la que él encuentra el registro más antiguo de todo el acontecer de la tierra: la piedra para Atahualpa no es algo sin vida, sin memoria; no es una simple compañera del camino, sino que él la respeta, porque la piedra puede anunciar, y también puede contar cosas, cosas que sólo la piedra registra. Y para él el camino puede que no tenga principio ni fin, que tenga características de eternidad, pero en este tramo de su existencia a él le imprime la visión del trovador, del hombre que ha de traducir lo que la tierra le dicta, y que él se toma como una gran responsabilidad, la de llevar la cultura del criollo a otros pueblos.
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