Recolectaban latas desocupadas, buscaban botellas vacías y las vendían en las tiendas del barrio. Luego compraban frutas en las plazas y las comercializaban ganando un porcentaje de valor significativo en ese entonces, y cuando les quedaba tiempo libre les sacaban brillo a sus habilidades como lustradores de calzado.
Todas esas labores las amenizaban los hermanos Visconti con canciones que iban desfilando por sus mentes, y sólo se necesitaba de una mirada para entender cuál sería la interpretación siguiente. El repertorio del pequeño dúo informal incluía creaciones del tío, Luis Acosta García, figura del folclor argentino y autor de piezas emblemáticas como MIS HARAPOS, así como valses peruanos, bambucos y zambas.
Abel y Víctor crecieron en los años 40, pero ya en la década de los 50 los habitantes de Coronel Dorrego los reconocían como los niños más activos de la población y unos artistas en proyección que eran capaces de sacar canciones de cualquier parte. En la música y en sus múltiples oficios se identificaban como los Hermanos Visconti.
“La gente nos empezó a conocer porque trabajábamos en La Querencia, una confitería que era un orgullo para la Argentina, en Avenida de Mayo 870. El cartel decía ‘Los Hermanos Visconti’. Usábamos la misma ropa que utiliza el Chaqueño Palavecino, pero todo de raso: pañuelo blanco, botas negras y poncho rojo de alpaca”, cuenta Abel Visconti, el único fundador sobreviviente de esta propuesta sonora que se empezó a difundir en América Latina a partir de una presentación del dúo en el Festival de Cosquín (Argentina), en 1974.
Desde esa aparición en el evento multitudinario las cosas cambiaron mucho para el dueto. Se despojaron de algo que ya para el público era lógico, así que obviaron lo de “hermanos” y se dedicaron a consolidar el nombre de LOS VISCONTI, con aquellas canciones que interpretaban desde pequeños y con otras más que se ajustaban a su formato íntimo: dos voces masculinas y dos guitarras sin más pretensiones que divulgar la música folclórica de América Latina.
En las presentaciones realizadas durante décadas, el dúo se caracterizó por transgredir las fronteras de los países del sur del continente. Con facilidad exploraban los ritmos propios, pero también asimilaban manifestaciones culturales de Chile, Bolivia, Perú, Paraguay y Uruguay, y las convertían a su lenguaje particular.
En 2005 murió Víctor Visconti, y a su hermano le tocó nadar contra la corriente para que los esfuerzos de tantos años no terminaran perdidos en el abanico de propuestas de la música moderna. El eco conseguido por el dúo no podía quedar en puntos suspensivos y por eso, de manera hábil, Abel Visconti recurriría a Héctor Corvalán para impedir que sus canciones se diluyeran con el tiempo.
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