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jueves, 15 de diciembre de 2016

237.- DUO SOCAVON - COCHERO E' PLAZA

A contramano del vértigo y al trotecito, otra clase de city tour. Una manera diferente de recorrer el paisaje urbano. 

El Viajero Ilustrado sabe que para conocer una ciudad debe tomarse su tiempo. La velocidad frenética de las calles conspira contra las mejores intenciones, por eso, si se encuentra en Buenos Aires, Nueva York o Viena, no dudará en montarse a un carruaje para mecerse con el rítmico trote de los caballos. 

La magia de estos vehículos que circulan por el centro de algunas ciudades logrará transportarlo en el tiempo. No sólo se trata de viajar a la época en la que estos carros sólo aspiraban a ser medios de transporte sin dejo alguno de romanticismo, sino a un tiempo paralelo al que se ve en las avenidas, por las que el tránsito fluye sin detenerse. El Viajero no se privará de tomar un carruaje donde la tradición lo permita: desde las calles de Viena hasta la antigua Luxor, a orillas del Nilo; y desde el Central Park hasta la ciudad amurallada de Cartagena, en Colombia. No olvidará los mateos que circulan por Palermo, en Buenos Aires. 

El Viajero sabe que una visita a Viena no estaría completa sin un paseo en fiaker, aquellos elegantes vehículos que lo llevarán entre las construcciones imperiales del casco antiguo, guiado por un cochero con bombín. 

La palabra fiaker se refiere tanto al coche de dos caballos como al cochero, y viene del francés fiacre. El origen de estos coches está en París, donde a mediados del siglo XVII, un hombre llamado Nicolás Sauvage alquilaba sus carrozas frente al hotel Saint-Fiacre. Hacia fines del siglo XIX, el fiaker se convirtió en el medio de transporte más popular de Viena, donde se contaban más de 1.000 coches. 

Para revivir aquella época de oro, El Viajero deberá acercarse a alguna de las plazas del centro de la ciudad, como Stephansplatz o Albertinaplatz, y oblar entre 40 y 65 euros para una vuelta alrededor del casco histórico. En Nueva York la tradición de dar una vuelta en carruaje se concentra alrededor del Central Park. En la Quinta Avenida y Central Park South, El Viajero abordará un clásico carriage. Durante el paseo, el cochero le contará historias de los tiempos en los que la Gran Manzana era una ciudad de calles de tierra y escasa iluminación a gas. En primavera el coche estará adornado con flo res, y en invierno lo proveerán de una oportuna manta para sobrellevar los rigores del frío. 

El coche se abrirá paso con sus viejas historias y su ritmo pausado, entre autos, ómnibus, patinadores y peatones, como si dos épocas se hubieran superpuesto. La romántica experiencia durará entre veinte minutos y una hora, según el precio pactado que varía entre los 34 y 54 dólares. El Viajero sabe que Nueva York lo ofrece todo, desde una réplica del carruaje utilizado por Lady Di que se alquila para casamientos, hasta los coches que se usaron en memorables escenas de "La Edad de la Inocencia", la película de Martin Scorsese. El paseo por las calles y los bosques de Palermo, en la ciudad de Buenos Aires, será más económico pero no menos encantador. Se trata también de escuchar el rítmico golpe de los cascos sobre el asfalto mientras el cochero revela aspectos insospechados de la ciudad. Los coches aquí se llaman mateos, y deben su nombre a una pieza teatral de Armando Discépolo, estrenada en 1923. El protagonista del sainete era Don Miguel, un cochero de plaza que ve amenazado su oficio por el moderno automóvil. La obra fue tan popular que el nombre del caballo, Mateo, se utilizó luego para llamar a los coches de plaza y a los cocheros. 

La cueca, una de las formas más tradicionales de la canción popular cuyana va a tratar de este tema en esta inigualable pieza de Hilario Cuadros.. Esa cueca que ya sea musitada o semi canturreada en los labios de alguna moza vendimiadora que pasea graneando de alpargatas y chupaya, pollera, tacho y tijera en mano, por las perfumadas hileras; ya sea saludando al cielo serrano al madrugar de ríos y acequias, al salir el sol acompasado de una serenata; o simplemente haciendo eco en la memoria popular en las cuerdas de una festivalera guitarra trinando en los emparrados o el mágico escenario encantado de la inmortal Calle Angosta, una cosa es segura: se ha filtrado en el ADN de todo Cuyo que está hecho de sangre palpitada por el alma de la guitarra en un abrazo con el criollo ensueño que permanecerá hecho cordillera, mármol, cerro, arroyo, calle, río,vino y cocheros hasta el final de los tiempos. Nunca se podrá nombrar a cuyo sin evocar a su dama más donosa, la cueca. 

"Al cochero e' plaza, criollo cocherito que por tantas calles de ciudades y pueblos que tiene mi patria, hemos recorrido en noches de luna con nuestras guitarras, con nuestros cantares, dando serenatas" . 

Les dejo la versión de la cueca de Hilario Cuadros, COCHERO E' PLAZA, que no por ser menos conocida, es peor que la más famosa de Los Chalchaleros, la del DUO SOCAVÓN, que Incluye un precioso poema central, perteneciente al poeta Jorge Sosa.



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