"No conviene ponerse a decir muchas cosas con la zamba porque se traicionaría el espíritu del tres por cuatro, del juego del pañuelo; se pueden insinuar, nomás. Como el único lenguaje que tiene la zamba es el pañuelo uno le puede adjudicar a la mirada, al gesto, o al silencio del hombre cosas que el pañuelo no puede decir. Pero no le adjudique demasiado porque entonces cae en la filosofía y eso guárdelo para otro asunto."
Contaba don Ata:
“En su origen, este tema tiene una tristeza política. Unos amigos míos eran terratenientes de Raco, primos hermanos entre sí. Y yo, un Juan de afuera. Conocían ellos mi devoción por el paisaje, por el paso, el caballo, la copla, los hombres, los guardamontes y las bagualas. Pero la política los alejo de mí y de la amistad profunda que nos juntaba. Yo soy amigo de la gente sin preguntarle cómo piensa, ni para qué lado. Me basta con que sea criolla y suficiente. Bueno, esta gente empezó a no mostrarme la cara. En las cumbres de Raco yo tenía un ranchito tortiao, hecho con mis manos. Me fue para mí. Me largué del ómnibus y había un caballo que me estaba esperando en la parada, junto al boliche del turco Antin. Monté y me fui hasta una tranquera del “campo la Zanja” para poder subir – desde allí me quedaban cuarenta minutos de viaje para arriba- y la encontré con llave. Entonces me acerco a la finca de los señores y digo: “está con llave”. No sé, me contestó uno de los peones, la habrá cerrado el niño tal o cual”. Ningún niño, ninguno de los gauchos amigos míos estaba allí. Entonces me di cuenta que la intención era no facilitarme la llegada a mi pobre rancho de las cumbres de Raco. Era un descuidar la amistad, fastidio, repudio a mi condición de criollos. Ellos se sentían muy argentinos, muy partidarios de Facundo Quiroga y de Juan Manuel de Rosas. En cambio yo estaba con el pueblo, con el más golpeado, con el que tenía alpargatas. Y yo las tenía. Era lo único, mi guitarra vieja, las alpargatas y muchos sueños. Al otro día agarré mi caballo y a unos siete kilómetros monte arriba le di un guascazo en las ancas y se perdió galopando en las cumbres. “Nunca más te voy a ensillar”, le dije. Me vine. Lo único que me tomé fue mi máquina de escribir y unas espuelas, de a pie vine bajando y salté la tranquera. Ya nunca más volví a Raco. De allí nació esta zamba: “ADIOS, TUCUMAN”.
Y el autor con muy pocas palabras, que repite una y otra vez en la estrofa inicial, consigue dar una gran emotividad a este nuevo tema de despedida, interpretado magníficamente por el DUO SOCAVON, integrado por Bocha Martínez Junor y Rolo Tomás, éste último recientemente fallecido y a cuya memoria brindo esta publicación.
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