Se podría decir, desde ya equivocadamente, que Eladia era más porteña que argentina. Por supuesto que le dolían ¡y cómo! los vendavales que azotan y hieren nuestra tierra. Pero su preocupación cotidiana, sus inquietudes y sus asombros estaban en Buenos Aires y eso la llevó de forma natural hacia el tango.
Hace muchos años, caminábamos por la avenida Sáenz frente a la iglesia de Pompeya, pues ella me había pedido que le acompañara a casa de José Dames, el inolvidable compositor de "Fuimos", "Nada" y "Tú" entre otras joyas, que vivía a un par de cuadras atrás de la basílica.
Era una tarde de sol radiante, puro, sereno, sin castigo. Ibamos a paso firme, lo recuerdo muy bien. De pronto, Eladia se detiene y me dice: "Tonito, vamos a ese boliche a tomar un café que tengo ganas de mirar Buenos Aires. ¿Te das cuenta que maravilla es esta ciudad? ¡ Y es toda nuestra!
(Antonio Rodríguez Villar)